Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 1 de mayo de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Ministro de la Gobernación
Número y páginas del Diario de Sesiones: 139, 3855-3857
Tema: Elecciones Municipales de Madrid

Mi intervención en el debate no puedo justificarla, como no sea considerándome aludido por las palabras que ha pronunciado el Sr. Ministro de la Gobernación respecto a los que estamos en la coalición, y también por las que se refieren a los que tenemos la honra de ser candidatos para el Municipio de Madrid. Si no fuera así, yo hubiera pedido la palabra para hacer una pregunta, por más que creo que no podría hacerla al Sr. Ministro de la Gobernación, sino al Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

Declaro que he tenido un gran desencanto esta tarde, porque yo creía solo al Sr. Ministro de la Gobernación, le creía abandonado por su partido, le creía abandonado por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y le creía abandonado por sus compañeros; es más, así lo creíamos todos, así lo creía la opinión, y así lo creía también S.S?. (El Sr. Ministro de la Gobernación: ¡Yo! -Risas).

Pero ahora resulta que lo que se llama hoy el partido conservador, o por lo menos los conservadores que siguen bajo la dirección honoraria del Sr. Cánovas del Castillo, puesto que la dirección efectiva corresponde al Sr. Romero Robledo, ese partido está al lado de S.S.

Yo le felicito, porque no le quería ver tan solo, lo cual sentía, hasta el punto de que esta tarde no he tomado parte en la discusión, ni quería tomarla, porque ya me inspiraba S.S.? (El Sr. Ministro de la Gobernación: Compasión). No, simpatía, al verle tan solo y abandonado.

Pero si me felicito por ver a una parte del partido conservador al lado de S.S., no me felicito seguramente de verle al lado de la política que está haciendo; y no me felicito por el sistema representativo, por las instituciones y por el país.

Contra esa política, contra ese sistema de creer que los Ayuntamientos son instrumentos que el Gobierno puede manejar a su antojo; contra ese sistema de violencias y de arbitrariedades que hace que el señor Ministro de la Gobernación trastorne todos los Ayuntamientos de España y los nombre, ¡y ojalá los nombrara desde el Ministerio de la Gobernación, porque los resultados serían los mismos, sin los inconvenientes que tiene el procedimiento de nombrarlos como ahora! Contra ese sistema de disponer de la vida municipal a su capricho, se ha hecho la coalición. Pero S.S. está en un error, como lo están muchos de los que le acompañan.

Esta coalición es de todos los partidos, incluso el partido conservador. (Rumores). Incluso el partido conservador; porque las sociedades en que tiene notoria influencia y grandísima representación el partido conservador; las sociedades que representan intereses de significación conservadora del país, más bien que de ninguna otra clase de principios y de partidos, han aceptado nuestro pensamiento, se han unido a nosotros y nos han facilitado candidatos, a los cuales se les ha dicho que no nos importaba nada que pertenecieran a uno u otro partido aunque fuese al conservador, con tal que vinieran a poner en práctica aquello que es común a todos los partidos, aun a aquellos que están separados de la Monarquía por abismos insondables y que nosotros no hemos de salvar jamás.

En los partidos españoles, dentro de las grandes líneas de la política, pueden separarnos cuestiones de detalle, cuestiones de procedimiento, y pueden separarnos cuestiones esenciales y de principios; pero lo mismo aquellos de quienes nos separan cuestiones esenciales, que aquellos de quienes sólo nos separan cuestiones de detalle, todos estamos conformes en una sola cosa, y es en que aquí se necesita practicar la sinceridad del régimen electoral, y que sin ella es imposible la vida del país bajo ninguna forma de gobierno; y para restablecer esa sinceridad es para lo que nos hemos unido, viendo que el Gobierno marcha por un camino completamente contrario a aquel propósito.

De manera que esta coalición es sencillamente una coalición electoral para fines municipales; una coalición de sinceridad del régimen representativo, y dentro de ella caben todas las personas y todos los partidos; porque cuando se trata de una cuestión como ésta, que interesa a todos los partidos, no debíamos ni podíamos hacer exclusión de ningún género. Y cuando hemos dicho esto, y cuando esto lo hemos repetido y confirmado, ¿qué derecho tiene el señor Ministro de la Gobernación para ponerlo en duda? (Rumores en la mayoría). No parece sino que sus señorías desean que esta coalición revista otros caracteres. Pues no los tiene; no revestirá ni tendrá más carácter que el de defender aquellos principios y procedimientos que son esenciales para la vida normal de los pueblos, y que el Sr. Ministro de la Gobernación todos los días está violentando.

Yo siento decir que los procedimientos de su señoría son la causa de esta coalición, porque yo creo que si en lugar de S.S. hubiera estado otra persona desempeñando el Ministerio de la Gobernación (otra persona más conservadora o más liberal, me es lo mismo), paréceme a mí que las cosas no hubieran llegado al extremo a que han llegado, y la coalición no se hubiera tal vez hecho. De manera que yo contesto rotundamente a la pregunta que S.S. ha hecho a mi distinguido amigo el Sr. Moret, reiterándole que su señoría es la causa de esta coalición, y que al paso que va, yo no sé a dónde S.S. pretenderá conducirnos. (Nuevos rumores. -Aplausos en las minorías).

La conducta política de S.S. no es la más a propósito para clamar las pasiones, y en vista de ella yo [3855] pregunto: siguiendo por ese camino, ¿a dónde nos llevaría S.S. si el patriotismo no nos detuviera, como le afirmo que nos ha de contener?

Repare S.S. lo que puede el tiempo en los hombres, que al fin y al cabo, de hombres se componen los partidos; recuerde también las dificultades con que podemos tropezar aquellos que tenemos la fortuna de merecer la confianza de los partidos, para detenerlos dentro de ciertos y determinados límites, en los cuales, a pesar de las provocaciones de S.S., yo aseguro que nos hemos de detener, y no abuse su señoría, no abuse el Gobierno de esta esperanza, porque no tenéis derecho a hacerlo, explotando inicuamente, en provecho propio y con egoísta empeño, nuestro patriotismo y nuestra paciencia. (Bien, bien, en las minorías. -Rumores en la mayoría).

¿A qué obedecen esos rumores? ¿Es que vosotros creéis que se trata del poder? ¡Si no se trata de eso, señores de la mayoría! ¿Qué nos importa el poder? Yo lo declaro solemnemente; no aceptaría hoy el poder, si viniera a mis manos, a menos que una razón suprema de patriotismo me obligara a tomarlo. (Aplausos en los bancos de las minorías). ¡Qué miras tan mezquinas! ¿Creéis que nosotros podemos movernos por conquistar el poder quince días antes o quince días después, cuando sabemos que con paciencia lo conquistaremos de seguro más tarde, pero más sólidamente? (Un Sr. Diputado: No olvidéis eso). Pues no lo olvidamos; pero no podemos tampoco olvidar que ante todo, para conquistar, es necesario marchar siempre por el camino de la ley, y no consentir que los Gobiernos falten a ella de la manera que lo estáis haciendo todos los días, con verdadero alarde de escarnecerla.

Ya estáis tranquilos, puesto que sabéis que hoy por hoy, yo no aceptaría el Poder. (Risas); es necesario inspirarse aquí en móviles más altos, como lo estamos haciendo nosotros.

Decía yo, antes de esta digresión a que me ha traído la mayoría con sus interrupciones, que S.S. no tiene ya necesidad de adoptar temperamentos extremos. ¡Bastantes ha tomado ya para su desgracia! No siga adoptándolos, sobre todo cuando no tiene necesidad, como le ha sucedido esta tarde. ¿Qué necesidad tenía S.S. al levantarse, cuando la prensa aquí no figura para nada, de empezar con un apóstrofe injusto e inmotivado contra la prensa? ¿Qué motivo exigió a S.S. decir que la prensa, sin exceptuar ninguna parte de ella, no hace más que manejar y revolver calumnias? Si hubiéramos nosotros dicho eso de vuestra prensa, ¿qué habríais dicho de nosotros? ¿A qué exasperar de ese modo las pasiones? ¿Qué disculpa puede haber para eso? ¿Qué ha hecho la prensa en estos momentos?

He ahí, Sres. Diputados, por qué no extraño que un periódico reputado como serio y formal, como periódico de los más prudentes, haya sido anatematizado por S.S. echándole el peso de su más atroz violencia, sin más que porque ha dicho algo que a S.S. le puede disgustar; olvidándose de que no es así como se debe tratar a la prensa, que tan correctamente sabe mantenerse dentro de la ley.

De mí han dicho los periódicos constantemente cosas que han podido disgustarme y me han disgustado, pero lo he sufrido con paciencia. Además, si a S.S. le molesta hoy algún periódico, ¿cuántos han contribuido a levantarle y a sostenerle? (El Sr. Ministro de la Gobernación: Ninguno. -Rumores). Todos, y parece increíble que S.S. no lo haya aprendido en tanto tiempo como lleva de vida pública. La prensa que censura injustamente, levanta a los hombres públicos tanto como la que los aplaude, y aún algo más. Por esto me parece censurable su conducta. Porque un periódico, y un periódico, como he dicho, muy prudente, cuyo dignísimo director jamás mereció correctivo alguno, y antes bien ha conquistado infinitos elogios por su mesura y su templanza; porque un periódico ha dicho algo desagradable para S.S., ¿hay derecho para tratarle desde ese sitio de una manera tan dura e injustificada?

Y no diga S.S. que ese periódico tiene quien le defienda, porque aquí no es exacto, y lo hago yo gustoso; pues aunque no venga aquí a defender periódicos, jamás dejaría de protestar contra ataques de ese género, aunque no se tratase de correligionarios tan estimables; y ahora, además, lo hago para decir a su señoría que está ya en el despeñadero, que ha empezado a bajar la pendiente, y que ciego y desatentado por todas partes desahoga sus iras, hoy con una Corporación, mañana con la prensa, al día siguiente con un partido, y así con todo lo respetable que encuentre a su paso. Señor Ministro de la Gobernación, reflexione S.S. un momento siquiera, y verá que está haciendo un daño inmenso al país, y que si la coalición fuera un perjuicio para las instituciones y para el país, que no lo creo ni lo creerá nadie, es un perjuicio que a S.S. se debe, a S.S. nada más, como se le deberían otros muchos, si los procedimientos desatentados de S.S. pudieran prevalecer y no encontraran el muro inquebrantable de nuestro patriotismo.

Pero volviendo a la cuestión suscitada por el señor Moret, yo debo decir al Sr. Ministro de la Gobernación que la misma indicación del Sr. Moret demuestra que la coalición no persigue fin alguno político ni otro objeto que el de procurar la sinceridad electoral; porque, al fin y al cabo, si la coalición quisiera arrollarlo todo y por de pronto arrollar al Gobierno en las elecciones, iría a ellas con sus fuerzas propias, sin pedir al Gobierno ninguna clase de campo neutral, ni siquiera el de intervención en las Mesas; iría a ellas de todas maneras; si ganaba, por obtener el triunfo; y si perdía, por obtener otra cosa, que quizá en política se buscan muchas veces más altas y cosas sobre todo más graves que ganar unas elección.

Pero no queríamos esto; deseábamos ver que su señoría y el Gobierno entraban en cierto camino, no de coalición, sino en un camino patriótico, que hiciera creer a todo el mundo que tanto la coalición como el Gobierno íbamos con el mismo deseo de sacar, por lo menos en Madrid, la campaña electoral de este fango en que el Gobierno quiere meterla.

Su señoría no lo ha querido. Sea. Iremos a la lucha y procuraremos ganar las Mesas que podamos, ya que el Gobierno quiere arrebatárnoslas todas; pero si esto procuramos, créame S.S. y sépalo el país, no es más que para evitar ciertas cosas que pueden hacerse, en vista de la base electoral con que entramos en la lucha, según aquí se ha puesto de manifiesto esta tarde: no queremos ganar por otros motivos ni para otros fines que para impedir que la falta de garantías que hemos denunciado que existe, pueda explotarse por alguien. Al fin y al cabo nosotros no podemos explotarla; los únicos que lo pueden hacer son los ministeriales. [3856]

Para eso queremos las Mesas, y a este propósito declaro a S.S. que no queremos ya que ponga en práctica el principio del proyecto de ley que ha presentado para regenerar el sistema representativo. Lo hubiéramos agradecido si el Gobierno se hubiese mostrado dispuesto a aceptarlo. Pero, repito, lo acepta porque no renuncia a sus propósitos y vamos a la lucha; que yo espero que de los medios que el Gobierno dispone hemos de triunfar por los medios de que disponen los electores; porque en último resultado, el dueño y señor de las elecciones es el cuerpo electoral, y el dueño y señor de este Municipio es el vecindario de Madrid; y yo espero que los vecinos de Madrid darán una lección al Gobierno, para demostrarle que no se le maneja como a un rebaño de ovejas, mandando a los alcaldes de barrio que degraden a todos los que viven de la industria y del comercio, obligándoles a votar en cierto sentido; que ya es menester que entienda el vecindario de Madrid que los alcaldes de barrio pueden muy bien ir a presidio como cualquier otro alcalde que esté más alto, y que los electores todos no tienen que seguir ni obedecer a otros mandatos que a los impulsos de su conciencia.

Esto es lo que opongo a lo que S.S. decía; porque no ha de hacer de seguro nada de lo que dice, puesto que S.S. predica regularmente, pero ejercita muy mal.

Vamos, pues, a la lucha; el Sr. Ministro de la Gobernación con sus alcaldes de barrio y sus agentes oficiales, y nosotros con la influencia poca o mucha que podamos tener sobre los electores, a cuya conciencia honrada apelamos. Y no quiero pronosticar nada, pero por su propio interés, reflexiónelo bien el Gobierno, porque yo dudo qué será mejor para él; si nuestro triunfo o nuestra derrota. (Bien, bien, en la minoría). [3857]



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